POTE-POÉTICO MAYO SOLIDARIO




Así de llena de la Luz de la Poesía, y de libros de poemas estaba nuestra mesa del pote- poético de ayer 29 de mayo de 2012.



En esta edición teníamos un lema: Solidaridad con el que varias personas de las asistentes habíamos colaborado para la Gala de los premios de la ONCE, que se celebró el pasado mes de marzo en el Acuarium donostiarra. Quince poetas escribimos nuestros versos solidarios: Karla Alonso, Loren Simón, Julio González, Ángela Serna, Miguel Gutiérrez, Ángela Mallén, José Luis Pasarín, Felicidad Pérez, Rubén Rámila, Mikel Alvira, Juan Manuel Lázaro, Mikel Varas, Ibon Zubiela, Antonio Molina y Daniela Bartolomé.








Se leyeron poemas solidarios, entre otros, la guitarra tuvo su espacio acompañando las recitaciones e inervenciones poéticas, como siempre de la mano de José Sánchez y en el caso del día de ayer nos acompañó Juanjo. Su virtud, es que toca música con un serrucho al que llama tenor. Nos explicó a los allí presentes que era de una aleación especial pero en cuanto a la forma tiene la tradicional de un serrucho para cortar madera.







Como se aprecia en la foto armado en la mano derecha de un guante de algodón y un arco en la izquierda extrae de este serrucho tenor unas finas notas como silbidos ululantes acompañando perfectamente a la guitarra a las voces recitadoras. Otro instrumento que trajo Juanjo fue un Dulcímer ruso, de cuerda con un sonido que recordaba la Edad Media con sus trovadores.


Toda una originalidad que dió a nuestro pote-poético un plus añadido de gusto y refinamiento si cabe.

La rotación de recitadores fue variada y rica en caras y poemas, desde Victor Hugo, Bécquer, hasta un romance cantado, cortesía de Juanjo.




Estrenamos la Lata de los Pensamientos bajo un papel a su lado que rezaba:

"Hay tres clases de personas en la vida:
1.- las que saben vivir
2.- las que no...
¿y las terceras?
Esas creo que son los poetas.


Dentro hay papeles escritos del puño y letra de los que quisieron dejar su impronta, no los hemos leído aún, acordamos leerlos en el próximo pote-poético de junio, pero os podemos asegurar que hay cosas bonitas escritas y con mucha sensibilidad.


Os dejamos imágenes de las intervenciones de todos los que recitaron y participaron en este pote-poético solidario. Añadimos, como es nuestra costumbre nuestro agradecimiento a Narciso y Jesús de Taberna Zabala por ese espacio prestado y casi nuestro, a José Sánchez que siempre es un placer tener como acompañamiento musical en cada lectura y a todas y todos los presentes: Loren, Juanjo (por trernos el serrucho tenor y el Dúlcimer ruso), Karla, Pablo, Eva, Manolo, Marijo, Rosa, Emeri, Petra, Begoña, Pilar, Xavi, Amparo, Rubén, Marifeli, Julio, Agurtzane, Mikel, ESKERRIK ASKO DENOI.

























Un cordial saludo

Antonio y Daniela

SENSACIONES NUEVAS



Un niño juega solitario

buscando sensaciones nuevas.

Desenrosca la perilla de la luz

que en la cabecera de su cama encuentra

buscando encontrar en ella

los calambres que le iluminen

y le llenen de grandeza.


Las descargas incitan su cuerpo

sus zumbidos le estimulan y le quema

brotando chispas en su interior

que le trasporte a mundos estelares

para poder así, contemplar las estrellas.


En el tiempo trascurrido

la perilla en su interior, se renueva,

la corriente que hay en su profundo

a brotado vida nueva

sus descargas son los versos

versos que salen de ella.



Antonio M. Medina

MOMENTOS


Desde las laderas de Chorrosquina - Algecras


Como potro desbocado

galopaba en la pradera.

La verde hierba brotaba

junto al roció mañanero.



Una manada de yeguas

pastaban libres, serenas,

el garañón las contempla

relinchando en sus ansias

está buscando pareja.



Ellas alzan la cabeza.

La verde hierba resbala

de sus bocas apretadas

resoplando con firmeza.



De todas, sobresale una

la que comparte sus penas,

sus alegrías y vivíres,

sus pasiones y torpezas.



Él la mordió en la crin,

ella no se resistía,

montó de un salto a sus lomos

volaron por la campiña.



Cómo brincaba la yegua.

Con qué alegría se movía.

El se aferraba a su lomo

sin montura y sin bridas.



Retozaban con ardor.

Sus cuerpos se retorcían.

Deslizándose en la hierba

sus relinchos, en risas se convertían.



Por más saltos que pegaban

el aguijón perforaba,

hasta el fondo de la cueva.

Encontrando su calor



El rescoldo de la llama

que encendida mantenía

viva, en la cueva del deseo

donde se forman los sueños

Rellenos de terciopelo,

de porcelana y de cera.

De donde brota la vida.

De su cuerpo los deseos.

Antonio M. Medina

MUJER LLENA DE VIDA


Eras como un pájaro herido

por la vida en la que vivías,

pájaro verderón que vuelas

de rama en rama lacerado.



Tratando de aclocar tu cuerpo dolorido.

Tus ojos son dos perlas que iluminan

tu silencioso camino, roto por

los sonidos que en tu entorno brotan.



La suave brisa de tu existencia

rasgada por la tristeza que te embargaba,

que afloraba a través de tu silueta

perforando tus ojos melancólicos.



Has sembrado la vida que palpita su prisa

en el mundo imperfecto que te tocó vivir.

Tu mirada embelesa perdida y suplicante,

un hálito de esperanza brotaba de ella.



Detrás de una ventana sigues viviendo

tu juventud perdida, sublime proceder.

Me dejas tu mirada limpia. Tú grata sonrisa.

La explosión de unos ojos que denotan tristeza.



Como un ángel herido sumergido en su historia,

que brilla con luz propia de rayos que laceran

por la fuerza del astro que nos da vida eterna.



El ocaso se acerca, se precipita, se aproxima la nada.

La que iluminó mi vida. La que endulzó mis heridas.

Donde comenzó el sueño que ilusionó mi vida

y lamió mis heridas en las noches sin figuras.



Tu visión de la vida la atrapé de tu vida,

detrás de una cortina, arañando las sombras

de un pájaro herido posado en un quejido,

quebrado por la vida, que trata de resurgir.

Antonio Molina Medina


Imágenes cedidas por HACERÍA_JAZZ_CLUB

GOBADA EN EL ESPACIO DE MÓNICA LIGNELLI

 

Así lucía el cartel de la presentación de Gobada el martes 22 a las 19.30 h. en el espacio de la pintora Mönica Lignelli.





Las notas de la guitarra de José Sánchez sonaban mezclándose con el jardín de color, la luminosidad y todos los elfos y hadas de dicho jardín.



Y los versos, ¡ay, los versos! como aquellos versos de cordel inundaron el aire que ya era prolífico por los lienzos laberínticos y de arco iris que había.


En fin, gozosa la tarde, gozoso el espacio, gozosos los que lo habitamos por ese tiempo...¿qué más puede pedir una colada de versos, con su "ropita delicada" también que explayarse en esa lindura?

De izquierda a derecha: Clari, Antonio, Ianire, Daniela y Mónica.
Os estamos eternamente agradecidos por vuestra presencia, que si no, no tendría razón de ser lo que hacemos, que Mónica es un amor de artista y de mujer y que gracias a su espacio y su obra píctórica estuvimos en el mejor marco: el de amigas y amigos y gente que se quiere y respeta.

GRACIASGRACIASGRACIASGRACIASGRACIAS

Antonio y Daniela

SUS ESPIRITUS AFLORAN COMO VERDES TALLOS POR SU TIERRA Y EL RÍO DE LA MIEL


Me adentro silencioso y con destreza por los atajos, veredas, vericuetos y calzadas que conozco, buscando el curso del río de la Miel. Día soleado y grato acompañado por un  ligero soplo de viento frío que recibo en las facciones de mi cara; aire puro y fresco que puedo saborear en libertad, inhalando su perfume con lentitud serena y libre de impurezas. Rugen las aguas con fuerza inusitada, después de un invierno rudo y generoso con golpes del líquido procedente de las lluvias abundantes, con las que el generoso cielo ha bendecido una vez más a esta tierra.

Deslizo mis pasos por el curso del río y sus laderas. Me introduzco por los aledaños de su “Canuto” privilegiado, que ya se vislumbra, con su microclima y su duradera e incomparable fauna, la que da fama a tan singular paisaje.

Aspirando el nuevo aire mañanero, saboreo perezosamente saboreando su exquisitez y la libertad en la cañada; transito por el borde de la montaña verde y umbrosa, rodeado de follaje enmarañado que florece a mí alrededor para entorpecer mi deambular. En mi largo peregrinar, atravieso veredas y caminos tortuosos cruzando arroyos llenos de vida, con molinos centenarios y prodigiosos en los que mis ojos se recrean con gozo, camuflados entre alcornoques despojados por el hombre de su corteza o gabán que los abrigaba, del corcho que
protegía su figura.



Cruzando el puente centenario, diviso los riscos desde ese río virgen que me acompaña en mí merodear por sus orillas, disfrutando de su agua milenaria que golpea con fuerza por el cauce y sus recovecos. A lo lejos, el molino, se distinguen su silueta, el “Águila”, así se le llamaba, sus ruinas permanecen perennes, las aguas siguen lamiendo su destruida figura con una fuerza inusitada. El río milenario, sembrado de gigantescas y bien formadas piedras que surgen por todo su cauce y sus orillas, repleto de fuentes perdurables y golosas, con poderosos caños de agua milagrosa para mitigar la sed del caminante, del pastor o de los carboneros que sacaban el carbón de sus entrañas. El ardor brota de los rincones de las peñas dejando un reguero de vida, de agua fresca y limpia, que busca su salida natural para engrosar las briosas aguas que almacena, para seguir su curso por el río de la Miel.


De improviso, un canto profundo, hondo, un fornido golpe de agua salpicando las rocas que sale de un tupido bosque perpetuo. Mis pasos me llevan al borde mismo de una esplendida cascada: “La Señora”. Su dulce manto se desliza brioso sobre las peñas para perforar con su fuerza a la dura y perenne piedra que sus moradores de nombre pusieron “la Chorrera”, que brota como castillo de sueños firme y serena.

Su figura emerge con fuerza, el agua se transforma en una cascada que se clava con rabia en el profundo vientre del río, cual esperma, para aumentar el flujo de sus aguas, formando con coraje una profunda fosa que, al contemplarla, te incita a formar parte de ella. Siento voces entrañables que como un susurro salen de ella: empeñado me siento acompañado, compartiendo con la espuma vigorosa que brota de sus aguas.

Ensimismado contemplo silencioso tan grato espectáculo, el de este esplendido entorno que me rodea. Percibo voces cercanas, su aliento resopla en mi cuello; me giro muy despacio y los contemplo, sentados a la sombra de un chaparro, no se han percatado de mi presencia, algo se traen entre manos… unas vacas, unas tierras que cultivar…; sus voces son murmullos que percibo por todo lo largo y ancho de la sierra. El duende de sus vidas me acompaña, se siente su respiración, su jadeo resoplando en mi rostro; al darme la vuelta, sigilosamente me saludan.

 Sus negocios y ellos me acompañan.

 —Mira Juan, las vacas que tenemos en la sierra, a un par de ellas que estaban para parir ya las he dejado con dos becerros muy hermosos, no corren peligro, los animales son fuertes y tienen pasto suficiente. Mañana subiré a darles una ‘vueltecílla’ — explica Baltasar—. Buenas reses. Serán buenos becerros —añade.
 

—Baltasar, digo yo… —le comenta su tío Juan— que el trigo que tenemos en la era, con este viento… si no deja de soplar, lo aventaremos volando. Antes que lleguen las lluvias...

—¡Qué! Estando la espiga bien “grana”, ¡así ya están! —afirma Baltasar—. Cien fanegas yo les saco, que, puestas a buen precio en el mercado, nos sacaran este año del apuro y no nos faltará el pan —explica con la seriedad que le caracteriza.


Manolo, que de improviso ha aparecido por la estrecha senda montado en su viejo corcel y buscando con viveza una novilla, que encuentra inmersa en la enmarañada maleza, desmonta de su corcel y se acerca a degustar un almuerzo merecido, que los presentes, hartos de esperarle, ya digerían con avidez.

Manolo les contempla. Coge un trozo de pan y tocino, se sienta a su lado con parsimonía y, habiendo escuchado la conversación que tenían los dos, le dice a Baltasar arrugando el entrecejo:

—Veo que sois muy optimista. Baltasar, espero nos des suerte, siempre piensas lo mejor, eres muy soñador… ¡pero tu tío no se ‘quea’ ‘atrás


Los tres ríen con esperanza, y echan un buen trago, trozando con la navaja la telera de pan negro que han sacado de su morral, con un trozo de tocino de veta, que siguen saboreando, aportando el sustento necesario por el duro esfuerzo realizado. Muy cercano, el molino del Águila les contempla.
 

Regocijándome con el brío de sus aguas, que pasean por senderos de gloria bordeando sus laderas, me siento entre el cielo y la tierra, en ese espacio que manchamos con las guerras. Se levantan del suelo que les acomoda y se dirigen relajados a sus monturas, introducen sus botas en los estribos de la silla de su cabalgadura, dando impulso a sus cuerpos para acoplarse a sus corceles, montando en ellos. Sus figuras se disipan hacia el fondo de la garganta que me contempla, sentía el sonido de los cascos de sus caballos, levantado con el ruido a los pájaros que placidamente reposan en sus ramas. Sus voces retumbaban en mis oídos, avivándolos para no dejar de percibir sus ondas en la distancia; mi corazón aceleraba su latir sumido en un sueño placentero; mientras, resuenan de nuevo los cascos de sus monturas al pasar por el puente del molino de Escalona, para seguir el camino pasando por la casa de la Marquesa e introducirse por el atajo que les llevará a la barriada de El Cobre, haciendo una paradita en la Venta de lo Ramito y así suavizar sus gargantas, secas por el polvo de los caminos transitados.


Es recuerdos son agradable y me los llevo conmigo en mi caminar, lleno de regocijo, surcando el curso del río con satisfacción, pues el buen Dios hizo el milagro, el de poder estar con ellos, y ellos conmigo, muy cerca de su presencia.

“Merece tristeza que mientras la naturaleza habla el hombre no escuche”
Víctor Hugo
Sigo merodeando como un espíritu, flotando por el canuto hondo de la sierra. De improviso, veloz como el viento, surge un búho agitando sus alas, oteando el horizonte, su revoloteo me sobresalta, lo busco con la vista y lo diviso en la rama de un acebuche. El animal me contempla impasible, sus ojos, que no parpadean, me miran con fijeza, ¡quizás me perciba como un intruso! Escuchando el esquileo de los cencerros de unas cabras, que retumban por las laderas llenas de piedras que a su paso resbalando por su falda, aparecen de improviso en unos riscos por lo alto de la peña.

 Mi mente se pone en guardia, el cabrero no debe de andar lejos, y aparece entre la copiosa vegetación una figura menuda y chiquita la de Miguel Benítez, “El cabrero” conocido por este nombre tan campero. Miguel aquel Curandero…

Le avisté sentado sobre una roca, con su callado entre las piernas y su mascota recostada en la fresca hierva, esperando la presencia de un intruso que Miguel ya sabia que merodeaba por el lugar, porque él percibe todos los sonidos que salen de la tierra.

Sacando un trozo de pan negro del zurrón de su espalda, lo coloca encima de una piedra y, sacando del bolsillo su navaja, que frota con insistencia sobre una roca para sacarle el filo deseado, corta con mucha suavidad el pan que recoge con presteza, sujetándolo con sus manos menudas y delicadas, que acompaña con un trozo de morcilla que degusta como si fuera gloria. Su rebaño está pastando en los aledaños del río, copiosos de verde y jugosa hierba, y aprovecha el momento para sustentar su menudo cuerpo bien formado, vigilando de reojo a los animales. Su sonrisa es manifiesta, por lo infranqueable del camino me saluda con viveza:

—¿Que haces por aquí niño? ¿Y tu ‘mare’ qué tal anda? —me pregunta Miguel.

—Está bien —le contesto—. Yo he venido sólo, necesitaba darme una vuelta por la sierra y ya me bajaba para el molino, que se me hace tarde, no se vallan a preocupar por mi tardanza…

—Bueno chaval, vete con Dios, y ‘cuidaico’ con el río, que hoy viene con mucha fuerza —me advierte mientras mastica el sabroso refrigerio que le ayuda a poder mantenerse por la sierra.

 Sigo merodeando por los bordes de la sierra, siguiendo el curso del río de La Miel hasta llegar a la presa de la fábrica de la luz, antiguo molino cuya agua, por la fuerza de su caída, suministraba la electricidad que de la fábrica brotaba. Las tuberías siguen como antes, los años no pasan para ellas, los sifones no han cambiado; todo sigue como antes de la guerra. Intento introducirme por la angarilla pero está sellada por la maleza, bordeo por la parte del río para pasar por la otra angarilla y ocurre lo mismo, la maleza se apropia de todo lo que se abandona. Contemplando el lugar donde lavaban la ropa mi tía Catalina y las mujeres de Chorrosquina.

Retrocedo inmerso en mis pensamientos, para salir del río al camino mientras unas cabras rumiando placidamente me contemplan a la sombra de unos chaparros, porque el sol aprieta con fuerza.


Qué grandeza la paz que me rodea, y la del buen Dios, que nos guía por senderos y vericuetos, surcando el curso de ese río con la miel puesta en mis labios y la añoranza penetrando en lo más recóndito de mi alma.


Me lleno de gratos recuerdos y alegrías, de seres que compartieron mis primeras ilusiones, mis primeros recuerdos, que un día no lejano llegaron a intervenir en nuestras vidas. Sus evocaciones y su existencia, perennes y perpetuas, deambulan por estos cielos iluminados por el poderoso sol y la claridad en sus noches de luna llena, resplandeciendo mis recordaciones. Su aliento se percibe en esta su tierra, sus vidas forman parte del terreno, de las veredas, algunas ya intransitables, otras hoy grandes carreteras; sus voces brotan del polvo del camino, el que ellos con sudor y sangre construyeron. Alegraron nuestras vidas y ya son imperecederos.


Su recuerdo nos azuza a seguir el camino que marcaron en esta tierra, la de tantos y tantos que sacaron de ella el sustento necesario para alimentar a sus polluelos con la bravura que de sus vidas fluían.

Antonio Molina Medina

MI AMANTE


Choperas de Valderrubio


Tengo un amante que quiero
como si fuera la mía.
La quiero con toda mi alma,
igual que quiero a la mía.
No es un amor imposible,
como pasa con la mía.
Ella me acoge de noche
lo mismo que por el día.
Su querer es lo que busco
y ella a veces me lo niega
pero yo sé que me quiere,
pues sus brazos son tan grandes
que a todos nos cobijan
sólo de pensar en ella.
Ella nos ama y nos quiere
como una fiel compañera,
la que comparte mi vida.
Tengo un amor que yo quiero
que se llama Andalucía.

Antonio Molina Medina

ELLA, RASGA EL SILENCIO CON CUCHILLOS DE PALABRAS



Desde mi confortable asiento, en bata y zapatillas,
escucho, y me acerco a la Hacería.
Tu voz me encandila de nuevo, y
tus poemas salen del aparato de radio
como red que atrapa al más rancio oyente.
Te reías, dabas vida a la poesía y convertías
en pompas todo lo malo que nos depara la vida.
¡Sí! Disfrute de ti y contigo, como nadie.
Volabas muy alto, mis pupilas, te seguían
hasta perderte en un punto, lejanía…
Quizás sea la pasión con que miro tus haceres,
puede que sea ese ímpetu de joven adolescente.
El amor, nunca lo tuve, mi vida no era esta fuente
quizás, y solo quizás sea que este corazón...
quiere tanto a quien le quiere, a quien le lleva
a su lado, los demás; que comadreen
poco les ha de importar lo que este corazón, siente.
No son palabras que busquen complacencia
haces volar a todo el que te escucha.
Es realidad, para un mundo vacío,
pleno de mentiras y vanidades, y yo quizá,
iluso soñador, no deba pensar tanto en su canto
de sirena, y deba recoger mis redes placenteras
guardar todos los bártulos, volver a mis tinieblas.
Hoy, ya no me resigno a vivir sin esta virulencia de latir
cerca de mi. Cercana roja y viva,
quimera y alimento divino de mis fantasías
es esta amistad sincera, algo que ya no podré
olvidar mientras viva peregrinando esta tierra.
Y soñó, soñó y soñaba…
Hombre rejuvenecido
andando por las veredas,
encontró sin él buscarlo
la otra mitad añorada
justo al final del camino.
Antonio Molina Medina





Imágenes cedidas por HACERÍA_JAZZ_CLUB (Bilbao)

HACERÍA MUY PEGADITA A SU RÍA


Hacería así se llama.
El hacer por toda la sala
La gente disfrutando
con la sonrisa en su cara.
El juglar nos recordaba
con las lucecitas puestas
que bien encendidas estaban,
porque la vida brillaba
en aquella tenue sala.
La libertad me envolvió.
Rugía, cual animal.
En el ambiente trotaba.
Montada en alazán libre,

por el monte galopaba.
tuve que sujetar, yo
el bocado a la montura
reteniendo de las bridas
la sangre de esta montura.

La música nos vestía
con recital de poetas
las musas acompañaban
sin censura ni zarandajas.
Viví, el mejor de los momentos.
Las voces encandilaban,
las letras provocativas.
Me hicieron recordar
la libertad tan ansiada.
Ángeles y querubines
de los cuerpos asomaban
sus bocas llenan de versos
sus cuerpos expelen savia.

Fue una noche sublime.
Esta embrujada mi alma.
Montada en caballo tordo.
Con las espuelas de plata.
Volando en libertad,
esa soñada y deseada.
Antonio Molina Medina

Imágenes cedidas por HACERÍA_JAZZ_CLUB