Soledad, así te llaman por tus ojos y mirada. Fue el ayer tan sabrosón
que mis labios se dilatan. Sólo por sentir los tuyos mi cuerpo ya se me escapa
y mi voluntad de acero se derrite en tu mirada. ¡Cómo la quiero queriendo! ¡Cómo
la ama mi alma! Mi corazón no lo siento, ni me importa dónde está, yo sé que
está muy cerquita de otro corazón que brama. Envuelto en luz de un candil se
encuentra prisionero y en calma. Quererla, sólo quererla es el oficio divino, así como correr por la pradera detrás de ese
bello cetro que tanto ansía mi alma.
Molina Medina