En la inmensidad
de mi alma,
envuelto en
polvo de estrellas,
se encuentra mi
corazón
que zozobrando
se queja.
Milenario de
dicha.
Sortilegio de
seda.
Con el viento y
la brisa
rompiste mi
guarida.
Me recostaré en
tus
lágrimas para
que aplaquen mi sed,
la que brota de
mis labios
en el desierto
infinito
donde mezo mi
alma.
Un filón de lágrimas
caen sobre mi
teclado.
Los ojos de una
serrana
contempla mi
corazón
con los sudores
de escarcha.
Antonio Molina
Medina