Si
la energía del amor proviene del cerebro,
los
bosques de neuronas se apoderan del
corazón
ensimismado, y no por sus sentires,
sino
por los zumbidos que producen.
La
cadencia de su sangre,
la
que fluye por las venas sangrantes,
es
la obra milagrosa que es capaz de
envolver
todo su cuerpo,
desfogando
por los poros de su piel
el
aroma afrodisiaco
camperos,
olivosos.
Culpable,
su cerebro incombustible,
inquieto,
sigue compartiendo
los
latidos que provocan su sangre.
26/09/16
Antonio
Molina Medina