Como pájaro
herido
que no podía
volar,
se aferró a sus
alas.
Pedía cariño a
sus ojos
Y ellos…
le enseñaron a
volar.
Yo quisiera ser
el aire e
introducirme en
su cuerpo
muy cerca del
corazón
y no olvidar su
recuerdo.
Tu piel huele a
albahaca, a canela.
Las perlas de tu
cintura
brillan marcando
el camino
hacia el puente
de los suspiros,
donde podremos
gemir
lamentos de miel
y vino.
17/03/17
Antonio Molina
Medina