¿Qué queda de
aquél cuerpo maltrecho que dio vidas a un mundo sin cielo? Su cuerpo
destrozado, mutilado, acumulador fue de sueños rotos con el paso del tiempo; de
corazones que surcan por los mares sin destino ni tino pero plenos de vida aún
no consumida. Solitarios inciden en su propio destino, caluroso e inerte, que
se acumula en su vientre enraizado y celeste.
¿Dónde queda
el oro-prenda que protegía su vida, dando su parabién al compás de su brisa y
sus tristes vivencias? Lejana queda su silueta. De arrugas es su cara, de
silencio quedó su morada. Verde azul, triste y sonora será su conciencia. Frío
inerte. Puntuosa y sabia. Cual murmullo soluble cobijaba su sombra, donde nos
protegías del vendaval y las brozas.
Como ascuas
encendidas al calor de sus llamas aún calientan sus cenizas, donde todavía
brota el beso que con mimo nos dabas… mujer… hembra… madre… hermana…
05/10/17
Antonio Molina
Medina